La literatura latinoamericana, con el brillo resplandeciente del realismo mágico, ha engalanado las tierras de nuestro continente a un esplendor casi mítico. Es quizás en sus páginas en donde los verdes irradian exuberancia, los rojos se tornan seductores y los blancos son capaces de perdonar cualquier pecado. Me gusta pensar que el realismo mágico es una pitaya en nuestro frutero bibliográfico.
Sin embargo, México, con su vastedad y contradicciones, también guarda paisajes más áridos, donde la quietud es condena y la pólvora perturba el aire enrarecido. En este último escenario, Juan Rulfo nos entrega El Llano en Llamas, una obra que nos enfrenta a una realidad cruda y desprovista de ilusiones.
El Llano en Llamas, revisitado en 2025, es un libro que nos muestra la llaga que no cicatriza en nuestro país. Publicado en 1953, dentro de un México desencantado de la revolución y partido por la guerra cristera.
Mientras el mundo aún levantaba escombros y lamía las heridas de la Segunda Guerra Mundial, el México de El Llano en Llamas seguía cubierto por el polvo de un inconmensurable desierto que esperaba, desesperanzado, un poco de lluvia.
En El Llano en Llamas, Juan Rulfo recopiló 17 cuentos cortos perforarán la carne de cualquier lector que tenga contacto con ellos, dejando esquirlas profundas en quienes compartimos raíces mexicanas.
El tema central, desde mi perspectiva, cae bajo la loza de la resignación. Las cosas son así, porque así siempre han sido, y así seguirán mañana.
En sus capítulos la resignación puede tomar la forma de un futuro truncado por la repartición de tierras infértiles, discursos vacíos y pomposos de gobernadores emborrachados, tareas mundanas de niños con retrasos mentales, o la muerte que enmudece los ladridos de los perros.
No importa si los narradores alberguen un dejo de esperanza en sus corazones. Las tierras del Llano en Llamas son democráticamente inclementes frente a sus habitantes.
En un paraje como este, las convicciones morales más allá de la religiosidad se vuelven un lujo irresponsable. Cualquiera puede ser víctima o victimario. Un día podrás convertirte en huérfano, solo para que al cabo de los años puedas dictar sentencia al asesino de tu padre.
Este libro mapea una parte del código genético del mexicano que es difícil aceptar, pero que es imposible de soslayar. La maestría en la prosa enternece y encoleriza por igual, es venerar a la muerte sin altares.
Para todos aquellos que amen este país, lean El Llano en Llamas, porque no hay mejor manera de empatizar con un mexicano que a través del dolor narrado y diluido en un tarro de pulque.
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